La percepción social de los economistas

04 octubre 2013 Artículos
Creo que todos los economistas nos hemos visto a menudo en situaciones donde amigos o conocidos, sabedores de nuestra profesión o título académico, nos preguntan acerca de cuestiones candentes de la actualidad económica:
 
- Bueno, tú que eres economista, ¿cómo ves la situación? ¿Qué te parece tal o cual medida del gobierno? ¿Dónde invertirías ahora? ¿Cuándo saldremos de la crisis?
 
Casi todos convendrán conmigo en que el deterioro o mejora de la percepción social del economista suele estar en relación directa con las cifras del PIB y la tasa de desempleo. Los economistas somos juzgados por la opinión pública como elementos de utilidad dudosa en la recesión o incluso como sus causantes o responsables directos.
 
Lo mismo que los arquitectos cuando se cae una casa, o los ingenieros cuando aparecen grietas en un puente, los economistas vemos depreciada nuestra imagen en estos tiempos de crisis y ya es más que habitual leer o escuchar en cualquier parte aquello de que los economistas somos muy buenos para predecir... lo que ya ocurrió.
 
Esta visión lastrada de nuestra profesión, aunque sea ligera o inconsciente, no deja de perjudicar al colectivo. Nos salva en parte que los mismos que hablan mal de los economistas, en abstracto, no dudan luego en separar el grano de la paja y valoran y hablan bien de aquellos economistas a quienes conocen. Y no solo por la lealtad debida al amigo sino porque existe una verdadera percepción positiva de la valía y el trabajo del profesional. Esto explica por qué se hacen las preguntas con las que comenzaba el artículo. Y también por qué la aparición de determinados economistas estrella es seguida con mucho interés en programas de radio y televisión.
 
Dudo que en estos momentos sea posible elaborar una campaña de comunicación capaz de enderezar en la opinión pública este ambivalente estado de cosas, pero al menos tenemos el consuelo de que esta misma contradictoria percepción, en el nivel personal, con nombre y apellidos, es siempre positiva. Y ello nos da la clave de lo que debe ser nuestra actuación tanto a nivel individual como colectivo.
 
En fechas recientes participé en un foro de Internet en un ameno debate sobre si la economía es o no una ciencia. Se discutía -con ánimo sereno y constructivo- si la economía es o no comparable a las auténticas ciencias duras como la física, la química o la biología o se trata sólo de un agregado de datos y recetas sin relevancia científica, con un alto grado de subjetividad y sesgo ideológico y por tanto sin capacidad de elaborar verdaderos teoremas y, en definitiva, sin que los economistas tengan la posibilidad de describir fielmente la realidad, no siendo por tanto capaces de controlarla.
 
Este interesante debate me hizo retroceder a los tiempos universitarios, -lamentablemente solo con la mente- y recordar muchos de los principios que entonces fijaron la base del conocimiento, limitado o extenso, sobre lo que pomposamente se denominaban "ciencias económicas y empresariales".
 
Y ahí está posiblemente la explicación a la dualidad perceptiva sobre nuestra profesión. Porque la economía es más un conocimiento que una técnica. Y el valor de ese conocimiento -académico y sobre todo experiencial- es lo que hace a los economistas ser reconocidos como buenos profesionales que resisten el embate de un arquetipo negativo en la conciencia colectiva de la crisis.
 
A los profesionales de la economía les pasa un poco como a los de la medicina. La medicina -que tampoco sería una ciencia en sí misma sino la aplicación de otras- necesita conocer de tantos campos y de modo tan continuado e intensivo, que forzosamente termina creando especialistas que no pueden ser intercambiados en sus respectivos campos, pero todos ellos, los médicos, practican la medicina.
 
Profesionales de la economía trabajan en el sector financiero pero también en la dirección y gestión de empresas, en la consultoría, la auditoría, el asesoramiento fiscal, el marketing, las administraciones, los departamentos comerciales...y todos, intercambiables o no, somos economistas *.
 
En el trabajo de esta diversidad "e pluribus unum", basada en un conocimiento serio y responsable de la economía, está la comunicación, la pedagogía que de modo más o menos consciente realizamos en nuestra relación con terceros y la verdadera campaña que de manera constante proyecta una imagen profesional positiva y valorada.
 
Una imagen que compensa la percepción negativa difusa que desaparecerá, tarde o mejor temprano, cuando cambie la tendencia de crecimiento del PIB y se produzca una reducción duradera y sostenida de la cifra de desempleados. 
 
 
Antonio León Sánchez
Economista. Miembro de la comisión de marketing del COEV y jefe del departamento de Comunicación del Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE).
 

* El término economista debe entenderse en un sentido amplio en este artículo, pero no hay que olvidar -y hacer pedagogía también de esto- que la denominación "Economista" sólo puede utilizarse legalmente, cuando quien la ostenta figura como colegiado en el correspondiente Colegio de Economistas, según el Real Decreto 871/1977, por el que se aprobó el  Estatuto Profesional de los Economistas.